La OTAN está tan confusa que se hirió a sí misma

CELIA GARCÍA VIDAL. – Pobre OTAN, pobres rusos desde que prefieren el petróleo al Vodka y pobre Tío Sam que ya nadie se toma en serio su Coca Cola. Ni en serio, ni en Siria. Paren los barcos, que nadie reposte, que resulta que Ceuta y Melilla ahora están debatiéndose el ‘estatus’ como territorios de la OTAN y muy ciudades y muy autónomas, las señoritas mandan a los del Atlántico Norte a freír espárragos si no les hacen un hueco en la cama.

Mientras Putin quería repostar en Ceuta, España respetaba las normas porque el jabón antiséptico de las manos siempre es buen aliado. Y la solución más fácil, también. Porque, según la normativa vigente desde 1985, estamos en tiempos de paz y por eso se permiten escalas de buques de guerra extranjeros en puertos españoles. Al portaaviones ruso ‘Almirante Kuznetsov’ y a 5.000.000 de desplazados sirios les gusta esto (Fuente: Facebook, por ejemplo).

Y entonces, Ceuta y Melilla vuelven a exigir a la OTAN su sitio. Justo una semana después de que el congresista republicano, Joe Pitts, presentase en Washington una petición para que la administración prohibiese a España las escalas de buques rusos en Ceuta. Porque en el mundo de la globalización y de las nuevas tecnologías se puede viajar por ondas y aparecer en una pantalla, pero cuando  se hace con la piel es más peligroso. Y con los rusos repostando en uno de los enclaves de la OTAN, los yankees republicanos se ponen nerviosos por la ley de cercanía que poco dista de la acuñada por el mundo periodístico. Cercanía es interés. Pero esto no queda muy bien en papel. Así que vamos a hacer tratos, tratados y a ver si se la colamos a alguien.

Teniendo en cuenta que la OTAN puede actuar en Afganistán, Pakistán o el Océano Índico, siempre para fallar a favor de algún aliado, y nosotros, que lo somos, tenemos a dos hijos no reconocidos que se comen los mocos. A Ceuta le prohíben alimentar a sus matrioskas y de Melilla se habla menos. A lo mejor es por el monumento del pollo grande y libre del 17 de julio que tiene en una de sus plazas. Ya que estamos cambiando cosas, aprovecho.

Y a nosotros, mientras, nos dejan opinar sobre esto en un blog. Atrás han quedado las manos blancas y las pancartas con el ‘NO’ que se estilaban en los 90.

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