Cuando toca «perder»

España, por mucho que se intente cambiar, es un país dividido en dos. Es posible que estas divisiones sean más numerosas o más escasas, pero en la mente de los ciudadanos españoles está siempre la idea de blanco o negro, derecha o izquierda, desigualdad o exceso de igualdad, ciudadanos y ciudadanos.

Con esta mentalidad, se llega a empates y a falta de acuerdos que, si realmente hubiera pluralidad, podrían subsanarse. Puede ser entonces este uno de los motivos por los que nos encontremos, después de nueve meses, formando Gobierno. Según la Red de Conocimiento Electorales (ACE) los políticos tienen que cumplir una serie de funciones como por ejemplo: “Encontrar el punto de equilibrio entre distintas demandas y convertirlas en políticas generales”.

Si nos fijamos en estas premisas entendemos que la función de los políticos podría describirse como un acto conciliador, de acuerdo y de negociación, pero en este año lo que nos hemos encontrado ha sido una gran cantidad de políticos que no son capaces de llegar a acuerdos si no que tienen que seguir una y otra vez presentándose a nuevas elecciones para conseguir llegar al poder con una mayoría absoluta.

Parece entonces que nuestros políticos no han hecho un trabajo de memoria histórica, ya que de esta manera hubieran caído en que los pactos de la Moncloa fueron posibles, y que posturas tan variopintas como las que en el periodo de la Transición se dieron en España fueron capaces de ejercer su trabajo y de “encontrar un punto de equilibrio entre distintas demandas”. Y si de algo está segura la ciudadanía es que en cierta medida a todos les tocó perder.

En la situación actual, tenemos un PSOE que se abstendrá en la segunda vuelta de votaciones para facilitar la entrada y la puesta en funcionamiento de un nuevo Gobierno con Mariano Rajoy a la cabeza. Habrá militantes, partidarios en cierta medida de Pedro Sánchez, que consideren que el partido ha llevado a cabo una mala gestión, nada democrática, en la que las decisiones se han tomado sin tener en cuenta a estas bases y a golpe de puñetazo en la mesa – a favor de Sánchez o en contra de Sánchez; Pedro Sánchez o Susana Díaz –.

Pensemos que en esta ocasión a alguien le ha tocado perder o, más bien, bajarse del burro y dar su brazo a torcer. La pregunta es la siguiente: ¿a cambio de qué?

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